Lectura: Filipenses 2:1-11

Cuando dos terribles terremotos azotaron bastas zonas de Turquía y Siria a inicios de este año, las escenas que vimos en nuestras pantallas eran desoladoras e impactantes, pero quizás lo que más llamó la atención, fue la reacción que prácticamente de inmediato tuvieron los habitantes de estas ciudades luego de esta situación extrema.

Pudimos ver a miles de personas buscando señales de vida entre los escombros y ayudando a quienes lo habían perdido todo, a pesar de que quizás muchos de ellos también habían perdido su casa o algún ser querido.

¡Qué cuadro maravilloso de sentido comunitario y de poner las necesidades de los demás por encima de las propias!

Esto es lo que quiso decir Pablo cuando instó a los filipenses para que consideraran a las otras personas más importantes que a ellos mismos (Filipenses 2:3-4).

Estar unidos a Cristo hacía que los creyentes de Filipos fueran miembros de la misma familia y les otorgaba un vínculo especial. Por lo tanto, su actitud mutua debía expresarse de maneras prácticas: unidad en amor, servicio sacrificial y atención para descubrir cómo socorrer a los demás, aun cuando ellos no se dieran cuenta de que necesitaban ayuda. La motivación para esta clase de comportamiento cristiano normal es el ejemplo de Jesús.

  1. Tal como lo hicieron los ciudadanos de estos países y los filipenses, llevemos mutuamente nuestras cargas. Cuando amamos sin egoísmo a nuestro prójimo y familia, expresamos nuestro amor a Dios.
  2. Cuando entendemos que el servicio es parte de lo que nos debe diferenciar como creyentes, otros pueden empezar a ver a Jesús en nosotros.

HG/MD

“En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).