Lectura: Hebreos 7:11-28

Era el amanecer, y yo estaba dolorosamente consciente de estar a sólo unas pocas semanas de mi viudez.   Después de otra noche de insomnio, me sentía demasiado cansado para orar por mí mismo. “Señor”, suspiré, “necesito a alguien que ore por mí en este momento.”

Casi al instante el Espíritu de Dios consoló mi mente angustiada con las palabras del texto de hoy, y me recordó que Jesús estaba orando por mí en ese mismo momento. Con un gesto de alivio, yo lo reconocí como mi intercesor de por vida.  Nunca olvidaré la forma en que convirtió una mañana sombría, en una de oro teñido de esperanza. Desde entonces, he sacado el coraje y la fuerza en innumerables ocasiones de mi fiel Sumo Sacerdote.
Robert Murray McCheyne (1813-1843), fue pionero de las misiones en los Estados Unidos, y declaró: “Si yo pudiera oír a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, yo no temería a un millón de enemigos.  Sin embargo, la distancia no importa. ¡Él sí está orando por mí!”
Nosotros también podemos sacar el coraje y fuerza de Jesús. Él es nuestro representante sacerdotal delante de Dios el Padre.

  1. ¿Existen circunstancias difíciles creando miedo en tu corazón?  Entonces pide a otros que oren por ti.  Pero no te olvides de contar con la oración de Jesús. Y por fe, escucha  a Jesús orando todo el día por ti, como si estuviera en la habitación de al lado.
  2. La Tierra no tiene ninguna pena,  que el cielo no pueda sentir.

NPD/JEY