Lectura: Salmos 84:1-12

En la víspera al día de la oración en los Estados Unidos, una conocida cadena televisiva, decidió invitar a un creyente muy reconocido por su liderazgo y buen testimonio. La entrevista estuvo marcada por las críticas y señalamientos hacia la fe del invitado; llegó una última pregunta la cual buscaba hacerle perder el control, el entrevistador inició este ataque final refiriéndose al deterioro moral de la nación y le realizó la siguiente pregunta: “¿Significa eso que el Señor no escuchó la oración que ustedes hicieron el año pasado?”.  La respuesta fue: “No, primeramente debes entender que Dios es soberano y segundo uno tiene que aceptar cómo y cuándo trabaja Él”.

Muchas personas cometen el error de creer que la oración es sólo cuestión de pedir y recibir inmediatamente.  No obstante la oración, es más que resultados.  Se trata de una relación; uno de los requisitos importantes para orar es mantener una relación creciente con Dios.

Orar implica tener una conversación con Alguien a quien amamos y queremos tener cerca.  Es la forma mediante la cual nos comunicamos con nuestro Padre Celestial.  Veamos como el escritor del Salmo 84 describe esta relación: “Mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo.” (v.2).  Cuando hablamos con Dios, ese vínculo especial se hace más fuerte y hace que conozcas más a quien te creó.

La oración debe ser tan natural como la comunicación diaria y directa que mantienes con tus seres queridos y amigos, hace que les conozcas y al mismo tiempo que te comprendan cada día mejor; en este sentido el autor de Santiago nos comparte la siguiente verdad: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.” (Sant.4:8a) “

  1. Cuando comprendemos las verdades sobre la oración, cada día será un día de oración.

 

  1. Orar debe ser tan normal como hablar con tu mejor amigo(a).

HG/MD

“¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas y en cuyo corazón están tus caminos!” (Salmos 84:5)