Lectura: Filipenses 2:12-18

Existe la percepción popular de que los creyentes somos personas negativas y que siempre estamos luchando contra el mal o contra algo.  Esto es muy triste porque más bien deberíamos ser percibidos como personas positivas que promueven lo correcto y beneficioso para el alma y el cuerpo.

Un periodista abordó este tema en uno de sus reportajes, e investigó si los creyentes realmente se comprometen con sus creencias. Hizo entrevistas mediante las cuales les preguntaba a los creyentes si amaban a sus enemigos y oraban por ellos (Mateo 5:43-48; Lucas 6:27-36); la respuesta comúnmente era: “Si”, entonces inmediatamente les solicitaba el nombre de uno de sus enemigos para ir a entrevistarlo, y por supuesto la mayoría no le daba ningún nombre.  A otras personas les preguntó si dentro de sus hábitos estaba alimentar al hambriento, vestir al desnudo y visitar a los que están en prisión (Mateo 5:44-45; 23:34-46), al decir que “Si”, les decía: “vayamos a la cárcel que visitaste y comprobemos en la lista de asistencia cuantas veces fuiste”.

Este periodista tocó puntos muy sensibles de la actitud de los creyentes en general, al decir que nos “preocupan” los males de este mundo, pero nuestras acciones no demuestran esa prioridad; criticamos la maldad, pero no vivimos muchas veces de acuerdo con nuestra fe.

Al mirar a Jesús y a sus discípulos, podemos ver esa pasión por el rescate de las almas que muchas veces se ha escapado de la iglesia actual; debemos aprender de los éxitos y errores de los primeros creyentes, en lugar de ser personas que simplemente criticamos, sin ser parte de la solución.

  1. Para seguir el ejemplo de Cristo es necesario hablar menos y actuar más.
  2. Si amamos a Jesús, amaremos ser pescadores de personas.

HG/MD

“Hagan todo sin murmuraciones y contiendas, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo” (Filipenses 2:14-15).