Lectura: 1 Pedro 1:1-7

A finales del siglo pasado nuevamente encontraron oro en las montañas de Nevada, exactamente en los mismos lugares en que los buscadores de la fiebre del oro lo habían encontrado; sin embargo, en este caso ni el más hábil minero de aquellos años lo hubiera detectado, literalmente era oro invisible.

Para poder ver ese oro hubieran tenido que utilizar un microscopio que ampliara cada grano 1500 veces, pero gracias a las tecnologías modernas han logrado la manera de extraer ese tipo de oro. Primero extraen, literalmente, miles de toneladas de material, luego lo trituran en partículas muy finas y a los residuos les aplican químicos que separan el oro de la mezcla.  El oro siempre estuvo allí, pero era invisible.

Este proceso tiene cierta similitud con la explicación que hace el apóstol Pedro sobre el sufrimiento.  “Exhorto a los creyentes a ver más allá de aquellas montañas que les separaban de la meta, el fuego de los problemas y la aflicción estaba forjando en ellos una fe más preciosa que el oro (1 Pedro 1:6-7).”

Pedro manifestó que donde nadie podía ver el potencial del pueblo del Señor, que se encontraba cubierto por montañas de dudas, defectos, adversidades e imperfecciones, Dios si pudo ver algo especial.  Les enseñó que el proceso de purificación por el cual estaban pasando en sus vidas espirituales, valía la pena y debían regocijarse en ello (1 Pedro 1:8).

  1. No debemos rendirnos ante los problemas de la vida, puede ser que ahora mismo no puedas ver más allá de ellos porque parecen ser demasiado grandes; pero si puedes poner tu mirada en Jesús, seguro podrás mirar que tienes un futuro mejor que el mejor de los oros de este mundo.
  2. Los tiempos de angustia prueban la fe y pueden ser épocas para fortalecerla.

HG/MD

“En esto se alegran, a pesar de que por ahora, si es necesario, estén afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de su fe —más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).