Lectura: Mateo 6:1-6

Como dice el viejo y conocido refrán: “Las apariencias pueden ser engañosas”, debemos estar conscientes de que la mayoría de las personas nunca se muestran como realmente son.

Por ejemplo; si pudiéramos ver a algunos hombres de negocios inescrupulosos, probablemente lo que veríamos sería a personas con apariencia hostil con un puñal entre los dientes; aunque externamente puedan parecer ciudadanos honorables, en sus adentros son hipócritas.

En los primeros días del teatro, los actores representaban varios papeles en la misma obra.  Entonces para cambiar de identidad, lo que hacían era simplemente ponerse una máscara diferente para que se percibiera el contraste entre personaje y personaje.

Los líderes religiosos estaban actuando de igual forma, cambiándose la máscara dependiendo del escenario o el público que tenían al frente.  Actuaban para ganarse el aplauso del pueblo, y dos minutos después se ponían otra máscara, la de orgullo y avaricia que los separaba del mismo pueblo que los admiraba por su ejemplo.

Con razón, Jesús llamó a los líderes religiosos de su época: hipócritas (Mateo 23:13-15); e igualmente nos dijo que no debemos ser hipócritas con nuestra fe y con las acciones que hacemos como agradecimiento por una salvación tan grande e inmerecida (Mateo 6:1-6).

  1. Dios no se impresiona con una máscara que trata de ganar su aprobación y la de los demás, sin importar lo bella o realista que parezca.  Por el contrario, reserva su reconocimiento para aquellos que no buscan llamar la atención para sí, sino para su gloria.
  2. Una vida de falsedad, nunca va acompañada de una fe verdadera.

HG/MD

“Pero cuando tú hagas obras de misericordia, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha” (Mateo 6:3).