Lectura: Nehemías 4:1-23

La Gran Muralla de China se construyó para mantener alejadas a las tribus que merodeaban para saquear. En algún momento, esa extraordinaria línea de defensa se extendió serpenteante a lo largo de casi ocho mil kilómetros a través de Asia, y la mayor parte todavía sigue en pie. En contraste, el Muro de Berlín mantenía a las personas dentro en vez de mantenerlas fuera. Su destrucción en 1989 reunió a las personas en una alegre celebración. Las paredes en sí no son malas, todo depende de la razón por la cual se edifican.

Siglos atrás, la reconstrucción de otro muro sirvió para reunir a las personas. Dios le había dicho a Nehemías que reconstruyera el muro alrededor de Jerusalén. Este era esencial para propósitos de protección, pero había sido demolido durante la invasión babilónica. Pero no todos estaban felices, los enemigos de los judíos se oponían al proyecto de reconstrucción y buscaban maneras de sabotear los esfuerzos del pueblo de Dios (Neh. 4:7-8). Mientras que la mitad de los hombres trabajaban, los demás hacían guardia para protegerlos.

Además de brindar protección, este muro era una demostración de trabajo en equipo y unidad (Neh. 3). Todos los miembros del equipo aportaron sus talentos y habilidades, combinándolos para lograr mucho más de lo que habrían podido alcanzar de manera individual.

  1. Así debe ser en la iglesia hoy. Dios nos da talentos y dones para que los usemos en la construcción de Su reino.
  2. Trabajamos mejor cuando lo hacemos juntos.   Empecemos a construir no a destruir.

HG/MD

“Por lo cual, anímense los unos a los otros y edifíquense los unos a los otros, así como ya lo hacen” (1 Tesalonicenses 5:11).