Lectura: Éxodo 12:1-13

Investigaciones han descubierto que una de las mejores formas de enseñar es usar “preguntas desafiantes”.  Al hacer esto, el maestro no está promoviendo que sus alumnos cuestionen su autoridad, sino que simplemente se sientan libres para hacer preguntas.

Se dice que el aprendizaje es mayor cuando los alumnos tienen espacios para consultar y descubrir, que cuando reciben una clase magistral.  Por naturaleza, el ser humano le da mayor valor a lo que quiere saber, que a lo que alguien quiere que aprenda.

No estamos diciendo que no se puedan usar las clases magistrales, pero invitar y promover a que las personas formulen preguntas, es uno de los primeros métodos que aparece en las Escrituras. Incluso antes de que los israelitas salieran de Egipto, el Señor le indicó a Moisés que instituyera una práctica que despertaría interrogantes. La celebración de la Pascua tenía dos propósitos: les recordaría a los adultos la liberación provista por Dios, e induciría a los hijos a preguntar sobre el tema (Éxodo 12:26).

Los ¿por qué? quizás sean incómodos, pero también pueden ser una maravillosa oportunidad de dar una razón de nuestra fe (1 Pedro 3:15). En vez de volvernos impacientes cuando los demás hacen preguntas, podemos dar gracias de que tengan una mente y un corazón dispuestos a aprender. Las preguntas nos dan la oportunidad de responder con amor y prudencia, al saber que nuestras palabras pueden tener consecuencias eternas.

En los evangelios el Señor también realizó más de 300 preguntas, estas llamaban la atención, mostraban, enseñaban, iluminaban, abrían el entendimiento y el corazón de las personas, y las invitaba a descubrir su propósito y tener una relación con Él, a aprender y comprender la Palabra de Dios.

  1. No tengas miedo de que te pregunten, ya que detrás de una pregunta honesta puede haber un corazón deseoso de aprender.
  2. Haz preguntas, es una buena forma de aprender.

HG/MD

“Más bien, santifiquen en su corazón a Cristo como Señor y estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:15).