Lectura: Hebreos 12:1-13

Desgraciadamente muchos han perdido el equilibrio espiritual al poner sus ojos en las personas, en lugar de fijarlos en el Señor Jesús.  Todos los ídolos humanos tienen pies de barro, y tarde o temprano pueden caer o pueden defraudarnos.

Es por ello que debemos centrar nuestra atención en Jesús, con el fin de evitar tropiezos y decepciones a nosotros mismos y a los demás, pero sobre todo al Señor.

Esto me recuerda la conocida historia de una joven águila que se había criado en una bandada de pollos.  La imponente águila estaba fuera de lugar y nunca había aprendido a volar.  Un día un hombre que la vio pensó que podía enseñarle a volar al igual que algunas aves les enseñan a volar a sus polluelos, por lo que intentó tirarla hacia arriba en el aire, en un intento para que el ave emprendiera el vuelo. 

Sin embargo, cada vez que la enviaba por los aires, la mirada del ave estaba puesta en la tierra y caía al suelo.  Entonces tuvo una idea, le levantó la cabeza al aguilucho, dejó vislumbrar el sol brillante por encima de él, y con eso fue suficiente.  El águila sacudió sus alas, y luego, levantando la cabeza con un chillido, saltó de la mano del hombre y comenzó a elevarse más y más alto hasta que se perdió de vista de cara al sol.

Aunque por supuesto esta no es una historia real, lo que sí es verdad es que muchos creyentes se encuentran en un estado similar. Tienen puestos sus ojos en las cosas de esta tierra y en las personas, por lo tanto, no pueden vislumbrar su verdadero destino.  Por el contrario, si elevaran su mirada hacia el Hijo, por así decirlo, elevarían las alas de su Espíritu a los niveles más altos de madurez espiritual y bendición.

Hace más de 2000 años, Jesús dio el ejemplo de cómo debíamos poner nuestra mirada en Dios.  Aun a pesar de las situaciones adversas, Él oraba temprano cada día para pedir instrucciones a su Padre e incluso estando en la cruz, oró y perdonó a los que estaban cometiendo aquel atroz crimen contra un inocente.

  1. Levanta tu mirada y mira hacia el Hijo.
  2. ¿Por qué sigues mirando hacia abajo?

HG/MD

“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).