Lectura: 1 Pedro 2:11-17

Un joven llegó a un restaurante de comida rápida y pidió dos hamburguesas con papas para llevar.  Cuando lo llamaron para recoger su pedido, le dieron dos bolsas y se fue.

Al llegar a su casa se dio cuenta de que en una de las bolsas no había ni hamburguesa, ni papas, sino el dinero de la venta del día de aquel restaurante.  En primera instancia se asustó; por su mente pasaron un par de ideas locas de cómo gastar ese dinero, pero luego de un momento se dijo: “No, no es mi dinero”, así que le pidió a su padre que lo llevara al lugar; al llegar el administrador estaba con su cara llena de lágrimas, pues sabía que eso significaría su despido y era el primer trabajo que había logrado tener luego de muchos meses de estar desempleado.

Este joven pudo haberse dejado ese dinero, después de todo, ¿quién lo iba saber?  Pudo haber comprado el videojuego que siempre había querido, pudo haber comprado hamburguesas para sus amigos durante una semana.  Pero decidió hacer lo correcto.

Aunque esta situación involucraba mucho dinero, debemos ser honestos en todo lo que hagamos, aun en las pequeñas cosas que creemos no son tan importantes.

Al pensar más profundamente en esta realidad, nos debemos preguntar por qué los creyentes no causan un mayor impacto en este mundo ¿Puede ser que algunos creyentes estén haciendo trampas, mintiendo, manipulando, y no haciendo su mejor esfuerzo? Es muy triste pensar en que, debido a este tipo de actitudes, muchos incrédulos nunca se interesarán por el evangelio.

Hace ya muchos años, el apóstol Pedro nos aconsejó lo siguiente: “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien hagan callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:15).

  1. Ser un seguidor de Cristo es un estilo de vida diario, no solamente un título que se usa para hacernos sentir bien y que olvidamos cada vez que nos visita la tentación.
  2. No hay grados de honestidad. Sin importar lo que haya en la bolsa.

HG/MD

“Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24).