Lectura: 1 Pedro 2:1-3, 17-19

Unos conocidos recibieron un regalo inesperado, eran dos entradas para un importante partido de fútbol.  El regalo había llegado sin remitente, así que por un momento se preguntaron por el origen de tanta generosidad; dudaron por un tiempo, pero después decidieron asistir al partido, pensando que luego averiguarían cual era el origen de aquel regalo.

Al volver a su casa descubrieron la desagradable realidad; habían sido víctimas del hampa, les robaron mientras se encontraban fuera, faltaban artefactos, joyas y dinero; sobre una de las almohadas encontraron una nota que simplemente decía: “Ya lo saben”.

Así como aquel ladrón sin nombre sabía cómo engañar a estas personas, los falsos maestros saben muy bien lo que las personas quieren oír, y al saber esto lo aprovechan para tentar (2 Pedro 2).  Estos falsos maestros no llevan un rótulo en el cuello que dice “no me escuche, quiero hacerle daño”, sino que vienen disfrazados con verdades a medias que finalmente son mentiras.  Afirman que enriquecerán nuestras vidas, pero quienes los siguen aprenden luego de un tiempo, el alto precio que tiene ser engañado.

Por otra parte, Jesús es un Maestro en quien podemos confiar completamente, Él nos ofrece el regalo de la salvación y la vida eterna porque nos ama.  Entender la maravilla de su amor, y todo lo que Dios nos tiene preparado en su Palabra para este tiempo, nos protegerá de los “regalos” engañosos que nos ofrecen los falsos maestros.

  1. La Palabra de Dios nos exhorta a estudiar Su Palabra (1 Pedro 2:2), a probar lo que escuchamos (1 Juan 4:1) y a crecer en la fe (2 Pedro 1:5-9).  Al hacer esto, estaremos preparados para identificar los engaños del enemigo.
  2. ¡Cuidado! No todos los regalos son gratis, algunos tienen un precio escondido.

HG/MD

“Pero hubo falsos profetas entre el pueblo, como también entre ustedes habrá falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas llegando aun hasta negar al soberano Señor que los compró, acarreando sobre sí mismos una súbita destrucción” (2 Pedro 2:1).