Lectura: Salmos 109:1-31

El compañero de cuarto de un estudiante universitario le acusaba de haberle robado unas camisetas deportivas.  Pero, no le confrontó directamente, sino que extendió su acusación entre sus amigos y lo reportó a la oficina del decano. El incidente fue investigado a fondo, como debería haber sido hecho desde el inicio, y dio como resultado la inocencia del joven.

El estudiante que fue acusado contó que esa fue la experiencia más indefensa que haya enfrentado.   Todo lo que pudo decir fue: “Yo no lo hice.”  Pero esas palabras parecieron insuficientes contra las acusaciones y los rumores.

Decía: “No sabía qué hacer.  Una parte de mi quería golpear con la verdad a mi compañero de cuarto. Otra parte quería ponerse en contacto con todos los que oyeron las mentiras de él y decirles que era inocente.”   Unos días después su compañero decidió admitir que había fingido el robo, para que sus padres le comparan camisetas nuevas.

El rey David tuvo una experiencia similar. Alguien estaba haciendo terribles acusaciones contra él, lo que socava su posición y le causó mucho dolor (Salmo 109:2-4).

¿Qué hizo David?  ¿Él usó su autoridad contra el que le había acusado de asesino? No, él oró y pidió a Dios que intercediera, y castigara al calumniador, y que se aclararan las cosas (vv. 4-29).

Entonces, cuando alguien propaga rumores falsos acerca de nosotros, puede que nuestra primera reacción sea querer tomar represalias. Pero, ¡cuánto mejor es responder a nuestros acusadores con el poder de la oración!

  1. ¿Alguna vez has sido víctima de falsas acusaciones?   ¿Cómo puedes usted honrar a Dios en tu respuesta ante esto?  ¿Qué principios puedes aplicar de Romanos 12:17-21?
  2. Para detener un rumor, empieza por orar.

HG/MD

“Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal sino vence el mal con el bien.” (Romanos 12:20-21).