Lectura: Juan 15:1-8

A casi todas las mujeres le gusta recibir un ramo de flores.  Después de admirar y olerlas, no pierden tiempo para ponerlas en agua.  A pesar de su dulzura y hermosura cuando las personas las cortan, sus días están contados. Debido a que han sido separadas de su fuente de vida, pronto se marchitan y morirán. Y un día va a tener que tirarlas a la basura.

El autor Lloyd Ogilvie ve en esto una imagen del creyente cuya vitalidad espiritual se ha desvanecido y encogido. Esa persona se ha convertido en un «creyente tipo flor cortada”.  Esto es similar a la ilustración que usó Jesús en la descripción de la vid y los sarmientos (ramas). Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, explicó, no podemos dar fruto espiritual si no permanecemos en Él, la vid verdadera (Jn. 15:4).

Si una rama (sarmiento) pudiera hablar, no se disculparía por su necesidad de depender de la vid para dar fruto.  En cambio diría: “¡Yo para esto he sido hecho!» Jesús mismo sabía que estábamos hechos para ser dependientes de Él, Él es nuestra fuente de vida.  De hecho, esta dependencia es la única manera de evitar llegar a ser un «creyente tipo flor cortada.”

Unámonos a su declaración, “Separados de mí nada podéis hacer.”  Él está diciendo, “Conmigo puedes hacer todo lo que he designado para ti, incluso llevar mucho fruto!”

1. Señor quebrántame, límpiame y me lléname, quiero mantenerme y permanecer en Ti, deseo que esa comunión pueda ser ininterrumpida, para que Tu nombre sea santificado en mí.

2. La comunión con Cristo, es el secreto de la fecundidad.

NPD/JY