Lectura: Salmo 143:1-6

En muchas ocasiones he escuchado la frase de que: “todo tiempo pasado fue mejor”, y las personas que la refieren indican que los años pasados son mejores y que por supuesto anhelan aquellas épocas y momentos.

Pero para otras personas el pasado solo les trae recuerdos amargos a sus memorias.  Esas personas analizan sus fracasos, decepciones y fantasías, y piensan en cuán cruel ha sido la vida con ellas.

Por esta razón, es mucho mejor recordar el pasado como lo hacía David, trayendo a la memoria lo bueno que Dios había hecho en su vida, tal como lo expresa en el siguiente versículo: “medito en todos tus hechos y reflexiono en las obras de tus manos” (Salmo 143:5).  

Cuando recordamos la bondad del Señor, vemos cómo nos ha bendecido a través de los años. Esos recuerdos son beneficiosos, ya que despiertan un deseo más profundo de conocer a Dios y de experimentar su tierno cuidado. Transforman el pasado en un sitio de intimidad y comunión con nuestro Señor.

Hace un tiempo escuché la historia de una anciana que se sentaba en silencio durante horas en su silla mecedora, con las manos cruzadas sobre su regazo y los ojos fijos en la distancia. Un día, su hija le preguntó: “Mamá, ¿en qué piensas cuando estás sentada allí tan callada?”. Ella le respondió suavemente con un brillo especial en la mirada: “Es algo entre Jesús y yo”.

  1. Que tus recuerdos, y sobre todo tu presente, te acerquen más a su presencia.
  2. Tu relación con Jesús debe ser tal que como a un viejo amigo puedas contarle todos tus sueños, ilusiones, tristezas y frustraciones, sabiendo que te escucha y guía para seguir el mejor camino.

HG/MD

“Me acuerdo de los días de antaño, medito en todos tus hechos y reflexiono en las obras de tus manos.” (Salmo 143:5).