Lectura: 1 Corintios 10:1-12

Mientras recorría una tienda de materiales de ferretería, vi a uno de los compradores con una camiseta de color anaranjado brillante, con un mensaje que decía: “Confianza: Es lo que tienes justo antes de entender el problema en el que estás”.

Cuando lo leí, una sonrisa se apoderó de mi rostro, pero al pensar un poco más en esa frase comprendí la tragedia que también comunicaba.  Este es un recordatorio para todos aquellos que tratan de hacer las cosas confiando en su propia fuerza o capacidad, sin depender de Dios.

Si pretendemos lograr todas las metas de nuestra vida con esfuerzo propio, con el tiempo entenderemos que esta falsa confianza terminará en frustraciones, pues en este mundo cambiante en el cual vivimos es muy fácil estar hoy arriba y mañana en el olvido.

Es por esto que el apóstol Pablo les escribió a los habitantes de Corinto, recordándoles que la tendencia de Israel en el pasado fue ser autosuficiente y confiar en sí mismos.  Describió como los israelitas pensaban que todo lo habían logrado solos, y finalmente les dijo que esos “éxitos” se habían convertido en una excusa para pecar, que la confianza se había convertido en arrogancia y terminaría por destruirlos.

Si bien no es malo tener confianza en lo que hacemos y en nuestras habilidades, cuando se convierte en presunción, no tendrá un buen final, tal como Pablo se los dijo a los Corintios: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

  1. En Salmos 118:8 se nos nuestra el mejor camino para vivir: “Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en el hombre”. ¿En quién prefieres confiar, en ti o en Dios?
  2. La confianza de Dios es un ejercicio de fe que debemos practicar todos los días.

HG/MD

“Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en el hombre” (Salmos 118:8).