Lectura: Santiago 1:19-25

Si hay algo de lo que no podemos quejarnos en nuestro tiempo, es porque hemos sido bendecidos con medios de comunicación que nos ayudan a recibir la Palabra de Dios de maneras claras y diversas; por ejemplo, por medio de la enseñanza en nuestras iglesias, a través de la numerosa información en línea, los estudios bíblicos personales y de grupo, libros, videos, revistas y otros.

Pero no nos confundamos, puede ser que tengamos el mejor acceso de todos los tiempos a las verdades de la Palabra de Dios, pero hay algo que debemos hacer con ese conocimiento, y Santiago alentó a sus lectores a dejar que la Biblia marcara una diferencia en sus vidas: “Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos” (Santiago 1:22).

Tal como un espejo nos revela lo que está fuera de lugar externamente evitando que salgamos a la calle vistiendo ropas o accesorios inapropiados, la Biblia nos revela lo que está fuera de lugar, evitando que salgamos mal vestidos espiritualmente.

Cuando le damos una pequeña mirada a la Palabra de Dios, nos podemos dar cuenta de aquello que está fuera de lugar en nuestro corazón.  Es por ello que debemos dar una buena y larga mirada al espejo de la Biblia de manera periódica. Si queremos ver alguna diferencia en nuestra vida, entonces recibir y poner en práctica la Palabra de Dios deben convertirse en un hábito arraigado en nuestro carácter.

  1. Al mirar en la Palabra de Dios durante el tiempo y frecuencia suficientes, encontraremos todo tipo de deficiencias e incoherencias en nosotros: orgullo, envidia, amargura, falta de perdón, lenguaje fuerte y grosero, lujuria, motivos impuros, actitudes dañinas y otras prácticas dañinas que nos impiden parecernos a Jesús.
  2. Aceptemos humildemente lo que Dios dice por medio de Su Palabra, cumplamos con su Palabra y no olvidemos lo que hemos visto. Encontraremos libertad, liberación, paz, gozo y el favor de Dios.

HG/MD

“Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos” (Santiago 1:22).