Lectura: Juan 1:12; 1 Juan 5:11-12

En una escuela, a la hora del recreo, un grupo de chicos se estaban burlando de un niño de la escuela que era hijo adoptivo.

Le dijeron a él, «¡Tú no eres el verdadero hijo de tu papá!»

Él se aguantó lo más que pudo, pero al final les contestó, «Lo único que les puedo decir es que mi padre me escogió a mí, pero sus padres no pudieron hacer otra cosa que aceptarlos a ustedes.»

Suena duro, pero en cierto sentido es muy real. Y aún más real es en el campo espiritual. Veamos lo escrito en la carta a los Romanos 8:14-17:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!” El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.”

Normalmente un niño huérfano padece de inseguridades, falta de esperanza e ilusiones en la vida. La Biblia nos enseña que sólo quienes han creído y reciben la oferta de pago por nuestro pecado y perdón a través del sacrificio de Cristo en la cruz tienen el derecho de ser llamados hijos de Dios.

De otro modo, ante Dios somos huérfanos, apartados por nuestro pecado de un Dios santo y perfecto Si le ha creído y recibido tiene la vida, tiene al Hijo (Cristo) (Juan 1:12; 1 Juan 5:11-12), las cosas viejas pasaron y ahora somos nacidos de nuevo como Sus hijos (2 Corintios 5:17). Ya no tenemos que andar en la vida sin esperanza, cargando culpa y temores. Dios mismo se hizo como uno de nosotros, sufre y paga nuestro precio por nuestro pecado y nos ofrece el saldo completo de nuestra deuda. El haber leído estos párrafos no es casualidad

  1. ¿Será que Dios te está ofreciendo la adopción?
  2. ¿Qué harás con esa oferta?

ACA/CBG

Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12)