Lectura: Isaías 40:27-31

Ella acababa de cumplir 50 años cuando decidió que era una buena idea empezar a correr para mantenerse en forma, y fue así como a sus 52 años decidió correr su primera maratón pensando que estaba preparada para ese reto.

Su objetivo número uno era poder terminar la carrera, y el segundo poder terminar con un buen tiempo en la medida de lo posible.  La primera mitad de la carrera fue tal como la había planeado, con un buen paso y tiempo, pero cuando inició la segunda parte, empezó a complicarse; el segundo aliento que esperaba nunca llegó, incluso en algún momento pensó en retirarse, fue ahí cuando pidió ayuda a Dios para que le permitiera continuar, y a muy duras penas logró llegar a la meta haciendo el doble del tiempo que había estimado, y con dolores en partes del cuerpo que no sabía que tenía, pero finalmente cumplió su objetivo de terminar la carrera.

Las carreras de este tipo no son las únicas que requieren de preparación y resistencia, la carrera de la vida también.  Muchas veces estaremos agotados y cansados, listos para rendirnos, pero como hijos e hijas de Dios, en esos momentos podemos recurrir al aliento que sólo el Señor puede darnos.

En Isaías 40:27-31, se nos narra de forma poética, cómo Dios está cercano en momentos cuando necesitamos fuerzas para continuar con nuestro andar (v.27).

Esas nuevas fuerzas que recibimos de Dios, son dadas para que podamos soportar las situaciones difíciles, tanto en el ámbito familiar, laboral y estudiantil, como por supuesto en el espiritual, ya que los que esperan en el Señor estudiando su Palabra y poniendo en acción sus consejos, siempre tendrán a su disposición la fortaleza que proviene de Dios.

  1. Acércate cada día a Dios para que Él renueve tus fuerzas.
  2. La fortaleza de Dios siempre está disponible para quienes realmente lo buscan.

HG/MD

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar” (Mateo 11:28).