Lectura: 2 Pedro 1:3-11

Cuando estaba en la secundaria, eran muy populares las competencias de mirar. Las reglas básicas son muy simples: dos personas se miran a los ojos hasta que una de ellas se desconecta, mira para otro lado, habla o sonríe.

Algunas competencias duraban unos cuantos minutos, eso no sólo era algo doloroso, sino en realidad, era… aburrido.

Es fácil burlarse de las personas que participan en las competencias de mirar. Sin embargo, es difícil vernos a nosotros mismos “a los ojos” y preguntarnos qué vamos a hacer con nuestro aburrimiento.

Cuando tenemos demasiado tiempo de ocio esto puede contribuir para que tomemos algunas malas decisiones. Si estamos solos, puede ser un momento en que la tentación asesta su golpe más fuerte.

De manera similar, si estamos en un grupo y no hay “nada qué hacer”, las elecciones para intentar curar el problema del aburrimiento pueden ser malas. Es muy fácil salir corriendo y elegir ver una película sucia o involucrarse en una actividad que no es buena para nuestra salud espiritual. En vez de ello, cuando el aburrimiento nos ataque, recordemos las siguientes realidades que son verdaderamente emocionantes:

Primera, somos muy valiosos para Dios, somos “obra de Dios”, literalmente, una nueva criatura (2 Corintios 5:17), y tenemos muy poco tiempo y es valioso en esta tierra para servirle (2 Corintios 5:20).

Segunda, hemos sido creados para hacer buenas obras, Dios ha preparado de antemano las cosas asombrosas que quiere que hagamos y nos ha dotado de una creatividad inmensa, aunque a veces no lo creamos (Efesios 2:10).

  1. Entender que eres su obra y que te ha dotado de dones y habilidades, debe reemplazar el estancamiento al ser usado por Él para tocar la vida de los demás de maneras positivas (2 Pedro 1:5-7).
  2. Elimina aquellas actividades que no son satisfactorias ni buenas, cámbialas por lo que conocemos como “buenas obras” a los ojos del Señor. ¡Pon tus ojos en Jesús!

HG/MD

“Porque cuando estas cosas están en ustedes y abundan, no los dejarán estar ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:8).