Lectura: Gálatas 6:1-10

Es terrible pensar en las perversidades que como seres humanos estamos dispuestos a hacerles a otros, sin importar las consecuencias.

Es por ello que los museos son importantes, ya que tienen la función de recordarnos nuestro pasado, las cosas buenas y las no tan buenas, por ejemplo, el Museo Internacional de la Esclavitud en Liverpool, Inglaterra, en el cual se encuentra registrado el desgarrador testimonio de millones de hombres, mujeres y niños que fueron víctimas de la codicia de otros, es horroroso… pero no solo ellos han pagado por lo sucedido.

En la pared del museo, aparece grabada una profunda observación de Frederick Douglass, ex esclavo y defensor de los derechos humanos, quien dijo: “Ningún hombre puede encadenar el tobillo de otro ser humano sin, a la larga, descubrir que el otro extremo de la cadena está sujeto a su propio cuello”. Toda acción deshumanizante, deshumaniza a quienes la lleva a cabo.

El apóstol Pablo lo expresó con otras palabras igual de impactantes: “No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará” (Gálatas 6:7).

Estas poderosas palabras constituyen un enérgico recordatorio de que nuestras acciones tienen consecuencias; entre ellas, cómo tratamos a los demás. Cuando preferimos odiar, ese odio puede retornar a nosotros haciendo que experimentemos situaciones para las que nunca estamos totalmente preparados.  Esto también puede hacer que debido a nuestras acciones estemos cada vez más aislados, llenos de enojo y vergüenza, lo cual sin duda anulará nuestra capacidad para servir a Dios con eficacia.

  1. Así que en lugar de esto llenemos nuestras vidas de bien: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9).
  2. La maldad de algunos jamás podrá superar la maravillosa gracia y perdón que encontramos en Jesús.

HG/MD

“Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).