Lectura: Jeremías 5:20-29

Todos los años escuchamos noticias sobre desastres naturales o incluso, desgraciadamente, algunas veces somos impactados por alguno de estos fenómenos, y más aún si nuestros países están ubicados al lado de alguno de los dos mares que bañan el continente americano; esto causa dolor y muchas veces la muerte de personas.

Nadie diría que los mares tienen el “derecho” de sobrepasar los límites naturales, pero cuando esto ocurre, y el mar rebasa una línea costera más allá de lo normal, es cuando suceden los desastres.  Dios en Su Palabra nos ha indicado lo siguiente: “…puse la arena como límite del mar.…” (Jeremías 5:25).  Sin embargo, cuando el hombre interfiere en las leyes naturales, suelen ocurrir desastres provocados por la misma humanidad.

Dios también estableció límites al comportamiento humano para nuestro beneficio, no obstante, no pasa un solo día sin que ocurran innumerables quebrantamientos a sus mandatos, y por supuesto estos dan como resultado que muchas veces ocurran consecuencias físicas y espirituales muy dolorosas.

Pero, por extraño que parezca y sabiendo que cada vez que rompemos un límite nos exponemos a graves consecuencias, las personas continúan pecando.

Esto también ocurrió en los días del profeta Jeremías, el pueblo de Dios había quebrantado los límites divinos, y estaban usando el engaño para enriquecerse y se negaban a defender a los necesitados (vv.27-28).  El resultado de toda esta maldad fue todo un desastre (vv.14-18) y Dios dijo: “Sus iniquidades han desviado estas cosas, y sus pecados los han privado del bien” (v.25).

Dios ha puesto un orden en Su creación y violarlo trae consecuencias tarde o temprano.  Por medio de Su Palabra Él nos ha mostrado de forma sencilla y amorosa el orden de los principales principios de vida, y nos ha advertido sobre las consecuencias al no seguirlos; seamos sabios para atender sus consejos.

  1. Somos sensatos al obedecer los límites prescritos por Dios.
  2. Ignorar el orden de Dios tan sólo nos traerá dolor.

HG/MD

“No seas sabio en tu propia opinión: Teme al Señor y apártate del mal” (Proverbios 3:7).