Lectura: 1 Pedro 2:18-25

El juguete favorito de un niño estaba sobre el suelo justo al alcance de la boca del perrito de su familia, así que como era de esperar el perrito mordió el juguete hasta el cansancio y lo destruyó casi por completo. Cuando el niño entró en el cuarto vio lo que había pasado; al momento empezó un concierto de lágrimas y gritos de angustia que llegaron a oídos de su mamá, quien se alteró pues su día había tenido un inicio muy complicado: su vestido favorito se había dañado al lavarlo, su esposo se levantó tarde porque había trabajado hasta muy avanzada la noche y sólo quería desayunar algo, y ella aun molesta le dijo que mejor comprara algo de camino.

Al llegar a su trabajo cansado y hambriento, aquel hombre entró a la oficina y su jefe lo estaba esperando para recibir la información en la que había trabajado la noche anterior, pero se dio cuenta que la había dejado olvidada en su casa; su jefe molesto lo regañó y él a su vez cuando vio entrar a su secretaria le reclamó por no haberlo llamado para recordarle traer la información.   En consecuencia, ella se deprimió pues en realidad se había esforzado mucho para que la tuvieran en cuenta en los nombramientos para nuevos puestos de trabajo, pero ahora pensaba que por una llamada que nunca le dijeron que hiciera, podía perder su oportunidad; por lo que en su enojo trató muy mal a una persona de limpieza que olvidó limpiar una esquina de su escritorio.

Finalmente, el hombre regresa a su casa cansando y desanimado al ver cada vez más lejano su ansiado ascenso, y se encuentra con la bicicleta de su hijo en el camino de entrada al estacionamiento; inmediatamente hace llamar a su hijo y lo regaña, el niño aun triste por la pérdida de su juguete favorito se encierra en su cuarto e intenta patear al perro que instintivamente lo intenta morder.

Esto es lo que se conoce como círculo vicioso; estas personas pueden pensar que tienen derecho a estar enojadas, pero lo correcto hubiera sido que cada una de ellas absorbiera el trato “injusto” recibido sin trasladarlo a los demás.

Pensemos por un instante en las oportunidades de oro que se nos presentan a los creyentes para acabar con círculos viciosos a nuestro alrededor. Nosotros conocemos la voluntad de Dios y nuestro objetivo diario debe ser poner en práctica el ejemplo de su Hijo Jesús, con el soporte del Espíritu Santo, tal como nos exhorta el apóstol Pablo: “No paguen a nadie mal por mal. Procuren lo bueno delante de todos los hombres” (Rom.12:17).

  1. Cuando no te salgan las cosas como quieres, no actúes de forma natural y vengativa, haz lo sobrenatural, perdona.
  2. Los círculos viciosos se rompen con amor y perdón, convirtiéndose en círculos virtuosos (Mateo 18:21-22).

HG/MD

“Cuando lo maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba sino que se encomendaba al que juzga con justicia” 1 Pedro 2:23