Lectura: Jeremías 31:31-34

En ocasiones algunas personas al darse cuenta que escribo, me dicen: “Sabes, algún día me gustaría escribir un libro”.

Lo que comúnmente les digo es lo siguiente: “Esa es una muy buena meta, y espero que lo puedas hacer algún día.  Pero mejor que escribir un libro, es ser un libro que otros lean”.

No nos confundamos, no estoy hablando de nada mágico, estoy pensando en las palabras del apóstol Pablo, quien nos dejó en 2 Corintios 3:3 las siguientes palabras: “es evidente que ustedes son carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos”.

En su libro La Práctica de la Piedad, Lewis Bayly (1575-1631), dijo que: “el que espera producir algo bueno con sus escritos» descubrirá que instruirá a muy pocos […]. Por lo tanto, el medio más poderoso para promover lo bueno es el ejemplo […]. Un hombre entre mil puede escribir un libro para instruir a sus prójimos […], pero todos pueden ser modelos de excelencia viviente para quienes los rodean”.

La obra en proceso que Jesús está realizando en cada creyente, puede ejercer una influencia mucho mayor y más impactante que cualquier libro que se pueda escribir, esto es gracias al Espíritu Santo que mora en nosotros (2 Timoteo 1:14) y a su Palabra (Hebreos 4:12), escrita en nuestros corazones (Jeremías 31:33); podemos mostrar con tu vida el amor y la bondad del Señor.

  1. Quizás nunca lleguemos a escribir un libro, pero al vivir para Dios, nos convertiremos en uno que todos podrán ver y en cual apreciar su obra maestra.
  2. Somos cartas abiertas. ¿Qué están viendo los que las leen?  ¿A Cristo o a nosotros?

HG/MD

“Es evidente que ustedes son carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos” (2 Corintios 3:3).