Lectura: Juan 1:1-18

Un profesor de redacción de una prestigiosa universidad tenía un método muy personal para asegurarse de que sus alumnos redactaran adecuadamente sus trabajos. Decía lo siguiente: “los alumnos siempre deben escribir durante mis clases.  Al hacer esto sé que la composición que elaboran en el aula es obra de ellos, esto me permite familiarizarme con las particularidades de la expresión escrita de cada uno, y detectar si “toman prestadas” demasiadas improntas de otro autor”.

Al hacer esto el profesor les enseñaba a sus alumnos cómo descubrir su voz escrita, lo cual incluye lo que redactan y cómo lo hacen, y que es tan distintiva como su voz física. Así como las palabras que decimos proceden del corazón, sucede lo mismo con lo que escribimos, revela quiénes somos.

Esto mismo ocurre con nuestro andar con Dios ya que al pasar mucho tiempo con Él nos familiarizamos con su voz.   Al leer lo que escribió, descubrimos quién es y cómo se expresa.

No obstante, también hay que tener cuidado ya que Satanás trata de sonar como si fuera Dios (2 Corintios 11:14). Usa las palabras del Señor con una leve modificación para desarrollar argumentos convincentes basados en mentiras. Por ejemplo, al convencer a las personas de que hagan cosas supuestamente piadosas, tal como confiar en un régimen externo de autodisciplina en vez de poner la fe en la muerte y resurrección de Cristo para ser salvos (Colosenses 2:23), Satanás ha descarriado a muchos.

Dios se ha esforzado al máximo para asegurarse de que reconozcamos su voz. No sólo nos dio su Palabra, sino que también nos entregó al Verbo hecho carne: Jesús (Juan 1:14), para que no seamos fácilmente engañados ni desviados.

  1. La única manera de reconocer la voz de Dios es pasar mucho tiempo con Él.
  2. Si pasamos bastante tiempo con Dios, nos sorprenderemos al poder identificar más fácilmente las amenazas en el camino y lo que realmente le agrada.

HG/MD

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).