Lectura: Juan 21:15-23

Uno se da cuenta de que ha estado en el asunto de la crianza un buen tiempo, cuando los hijos empiezan  a comparar cómo los has criado.

Dos hermanas llevan este deporte a nuevas alturas al señalar las diferencias en cómo sus padres han tratado con ellas con cosas tan simples cómo: ¿Hasta qué hora debían irse a la cama?,  ¿Cuándo pudieron empezar a decidir la ropa a su gusto? ¿O a qué hora debían regresar a la casa, cuando salían con sus amigos?  Por supuesto la hija mayor les reclama que fueron más exigentes con ella y la menor no está de acuerdo.

Tratamos a nuestros hijos e hijas de una manera diferente por una muy buena razón: ¡Son diferentes!  Lo que es bueno para uno puede no serlo para otro.

En Juan 21 Jesús le dio a Pedro una clave de las cosas terribles que sucederían (Juan 21:18-19). La reacción de Pedro fue preguntar qué le iba a suceder a Juan.  Pero Jesús le dijo que si Juan había de escapar hasta de la muerte, ¿qué a ti?  Sígueme tú (Juan 21:22)  Cristo tiene planes muy diferentes para cada uno de sus siervos, pero igualmente perfectos.

A veces miramos a los demás y nos preguntamos: “¿Por qué Dios ha hecho cosas buenas para esa persona y no para mí? ¿Por qué sufro cuando otros no sufren?  ¿Por qué son las cosas tan difíciles para mí?

Dios nos coloca en situaciones diferentes por razones que para Él son perfectas.  En lugar de compararnos con otros creyentes, reconozcamos que el  Padre sabe lo que es mejor.

  1. Dios da lo mejor (no necesariamente lo que quieres) a los que le dejan escoger a Él.
  2. Confía en Dios, después de todo Él es Dios.

NPD/JDB