Lectura: Santiago 3:13-18

Los padres de una niña quedaron con el corazón destrozado cuando su hija murió en un insólito accidente. La niña se asfixió al enredarse el cordón de su chaqueta en un tobogán de un área de juego. Más tarde se enteraron de que ella no era la primera niña que moría así recienmente. Defectos tanto en la ropa como en el tobogán convirtieron aquello en un accidente esperando el momento de ocurrir.

Algunas personas podrían haber visto en esa tragedia una oportunidad de ganar mucho dinero por medio de una demanda legal, contra dos grandes compañías. Pero estos padres rehusaron demandar. En una entrevista de televisión la madre dijo que ellos hubiesen considerado toda remuneración un “dinero teñido de sangre”. Tanto ella como su esposo sabían que los ejecutivos de las compañías involucradas nunca tuvieron la intención de que sus productos hiciesen daño a nadie. Por lo tanto, los padres apelaron a los fabricantes de la ropa y del tobogán para que corrigiesen los problemas que causaron la muerte de su hija. Ambas firmas tomaron acción inmediatamente. La madre hoy día dirige una organización para fomentar la seguridad de los niños.

A pesar de que reconozco que no siempre es malo poner una demanda legal, debido a que muchas veces las compañías han comprobado ser negligentes o con el monto de esas indemnizaciones han creado fundaciones que buscan que no se repitan este tipo de tragedias. Fue interesante la decisión de aquellos padres de hacer las cosas de una forma pura, pacífica y amable (Santiago 3:17).

  1. ¡Qué impacto causaría en nuestra sociedad, si todos los que profesamos creer en Jesús buscáramos alternativas de dialogo a nuestros conflictos.
  2. No hay nada más fuerte que la amabilidad.

NPD/HVL

Nota: Fotografía sólo con fines ilustrativos