Lectura: Salmos 139:17-24

Hace algún tiempo leí la siguiente frase con respecto al pecado: “Excusa los pecados a los que somos más propensos, y condena los pecados que no te estorban”.

Recordé esta frase al leer una encuesta, en la cual les preguntaban a las personas por la probabilidad de que algunos personajes célebres fueran al cielo.

Un político muy famoso obtuvo tan sólo un 30%, mientras que un cantante un 50%, y el presentador de un programa de televisión obtuvo un 70%, pero el porcentaje más alto de la encuesta fue un 90%, el cual fue el resultado de preguntar a las personas si ellos mismos se irían al cielo.

Las normas que tenemos para nosotros mismos, en raras ocasiones son tan estrictas como las que les aplicamos a los demás.  Censuramos las conductas de un ladrón, mientras que nos perdonamos al perder el tiempo en nuestros trabajos. 

En verdad, debemos entender que, sin Cristo, nadie es lo suficientemente bueno para ir al cielo.

En nuestra lectura devocional, luego de orar y con el propósito de que Dios juzgase a sus enemigos, el salmista se enfocó en sí mismo al decir: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí, camino de perversidad y guíame por el camino eterno” (Salmos 139:23-24).

  1. No es malo señalar el pecado sin importar cual sea, sin embargo, es muy malo cuando juzgamos a otros con dureza y no reconocemos los errores que cometemos.
  2. Debemos ser lentos para juzgar a otros, pero prontos para autoexaminarnos.

HG/MD

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmos 139:23).