Lectura: 2 Corintios 3:7-18

Un anciano hombre de negocios, le preguntó a una joven que apenas iniciaba su carrera en la empresa para la cual trabajaban: “¿Cuál es tu mayor problema?”

La joven se quedó pensando un momento en aquella simple pero profunda pregunta, a la cual ella contestó de la siguiente forma: “Cada mañana cuando me veo en el espejo, veo a mi mayor problema mirándome”.

Nuestra lectura devocional nos enseña que los creyentes deben ser como espejos.  El apóstol Pablo nos indicó, que nuestros rostros no deben estar tapados al mirarnos en un espejo; además, nadie instala un espejo y luego coloca una cortina para taparlo.  Un espejo que no puede reflejar lo que tiene en frente, no puede cumplir el propósito para el cual fue creado.

En 2 Corintios 3:18 dice que los creyentes miran “… a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor…”, al tener el privilegio de acercarnos al Señor a cara descubierta, “…somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen…” es decir, la imagen de Jesús.

El otro aspecto importante que debemos preguntarnos es: ¿Qué estamos reflejando en verdad?  El creyente debe reflejar la gloria de Dios, para ello debe hablar con Él cada día, estudiar su Palabra y compartir con otros las maravillas que descubre de Dios día a día.

  1. ¿Qué ve la gente cuando ve tu rostro? ¿A Jesús o a ti?

 

  1. Solo cuando profundizas en tu relación con Dios, puedes realmente reflejar a tu Señor.

HG/MD

Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18)