Lectura: Salmo 30:6-12

En el año 1995, el actor Christopher Reeve (1952-2004) quedó paralítico tras un accidente mientras cabalgaba. Previo a esta tragedia, él había actuado en una película representando el papel de un parapléjico.  Se cuenta que, como parte de su proceso de preparación, Reeve se dio a la tarea de visitar en diversas ocasiones un centro de rehabilitación.  Luego de esta experiencia dijo lo siguiente: “Cada vez que me iba de aquel lugar, decía: Gracias a Dios que esto no es para mí”.

Luego de sufrir el accidente que lo dejó paralítico, el actor se lamentó de lo dicho, y agregó: “Me abstraía tanto de esas personas que estaban sufriendo, y no me daba cuenta de que un segundo más tarde podía tocarme a mí”.

Tú también puedes ser tentado a observar los problemas de los demás y pensar que nunca te sucederá algo similar, en especial, si tu estilo de vida y tus ganancias te han permitido vivir teniendo cierta seguridad financiera y hasta armonía familiar.

El rey David admitió que en un momento de vanidad y de autosuficiencia, cayó en esa trampa de sentirse invulnerable: “Yo dije en medio de mi tranquilidad: No seré movido jamás” (Salmos 30:6).  Con el tiempo y la gracia de Dios, pudo entender que eso no era correcto y en este mismo Salmo nos dice cuál fue la clave para ese cambio: “Escucha, oh Señor, y ten misericordia de mí. Señor, sé tú mi ayudador” (v.10).  David entendió que, en verdad, de no ser por la misericordia divina y Su ayuda, no sería absolutamente nada, y al entender esto, había sido llevado del llanto sin esperanza, a la verdadera alegría (v.11).  

Ya sea que el Señor te haya enviado bendiciones o pruebas, igualmente merece tu gratitud y confianza.

  1. No confíes en el espejismo de la seguridad que crees encontrar en las cosas materiales; la verdadera confianza y tranquilidad tan sólo provienen de Jesús.
  2. Muestra tu gratitud, ya sea que estés en medio de la prueba o en los días tranquilos, ya que tu fe descansa en Dios; vives en un mundo caído y pueden sucederte cosas desagradables también, tal y como lo advirtió el mismo Señor: “No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del maligno” (Juan 17:15).

HG/MD

“Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces en quien no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17).