Lectura: Proverbios 19:15-25

Hace algún tiempo compramos un árbol frutal para sembrarlo en el jardín, el vendedor nos aconsejó: “Colóquenle una estaca durante un año para que lo sostenga durante los vientos fuertes. Después, quítenla para que las raíces se hagan profundas”.  

Sin embargo, cuando llegamos para plantarlo, un vecino que nos vio sembrarlo y colocarle la estaca nos aconsejó: “Ponerle una estaca puede hacerle más mal que bien. El árbol necesita fortalecer sus raíces desde el principio. Si no, talvez no lo haga nunca. Sin la estaca durará más tiempo y crecerá más fuerte”. ¡Eran dos consejos totalmente opuestos!

Esta situación se puede aplicar a muchas otras circunstancias de nuestras vidas; por ejemplo, si alguien se ha metido en problemas, ¿lo amarramos a una “estaca” o apoyo especial para rescatarlo, o dejamos que eche “raíces profundas” por sí solo mientras enfrenta las consecuencias de sus decisiones? Sin lugar a dudas, mucho dependerá de lo que parezca mejor en cada ocasión, eso sí, buscando siempre el bienestar espiritual de la persona a largo plazo.

Pero, ¿qué haría alguien lleno de amor y cómo decide que hacer? En Proverbios 19 leemos lo siguiente, y pareciera que nuevamente son perspectivas opuestas: debemos apiadarnos y ayudar (v. 17), pero también es peligroso rescatar a otros porque tal vez haya que hacerlo otra vez (v. 19). En conclusión, brindar la ayuda correcta con la medida correcta, exige una sabiduría superior a la nuestra.

No obstante, Dios no nos ha dejado a nuestra suerte, sino que nos da sabiduría cuando se la pedimos. En la medida que nos apoyemos en el Señor, nos arraigaremos más profundamente en Él.

  1. Cuando tengamos duda, pidamos sabiduría a Dios para tomar la mejor decisión según la situación que se presente.
  2. Nunca olvidemos que hemos sido objeto de la misericordia inmerecida por parte de Dios, recordemos eso a la hora de prestar ayuda a otros.

HG/MD

“Escucha el consejo y acepta la corrección para que seas sabio en tu porvenir” (Proverbios 19:20).