Lectura: Juan 21:17-25

Hace algún tiempo leí este comentario: “Uno de estos días voy a compartir con mis amigos en redes sociales, cómo me siento en verdad, no sólo lo bueno”.

Este mensaje me hizo sonreír, pero luego de un momento me puse a pensar que a pesar de todo lo malo que se dice de las redes sociales, también tienen cosas buenas. Nos ayudan a mantenernos en contacto con los familiares y amigos que están lejos, nos permiten enterarnos de situaciones por las cuales podemos orar, y nos pueden ayudar en nuestro camino de fe, como medio para aprender y compartir con otros que lo necesitan.

No obstante, también debemos tener mucho cuidado, pues podríamos tener una perspectiva poco realista de la vida y de las personas que comparten lo que piensan en ellas.  Por ejemplo, es posible pensar que la vida de algunas personas es demasiado perfecta, pues sólo publican cosas buenas, y entonces podríamos llegar a culparnos y preguntarnos qué estamos haciendo mal.  Compararnos con otros la mayoría de las veces es una receta para la infelicidad.

Jesús detuvo a sus discípulos cuando empezaron a compararse entre sí (Lucas 9:46; 22:24), inmediatamente les recordó la humildad y el servicio que debía caracterizarlos (Lucas 9:47-48; 22:25-30).

Luego de la resurrección, Jesús le advirtió a Pedro que sufriría por su fe, y entonces Pedro miró a Juan y le dijo: “Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme” (Juan 21:21-22).

Este consejo tan sabio de nuestro Señor sigue siendo tan vigente como lo fue ese día; cuando nuestra mente se centra en Dios y todo lo que Él ha hecho por nosotros, inmediatamente desaparece el egocentrismo y en nuestras almas arde el deseo de servirle a Él y a nuestros semejantes.

  1. Si quieres compararte con alguien, ese alguien debe ser Jesús.
  2. Usa tus redes sociales de tal forma que honren a Dios.

HG/MD

“Así que, al verlo, Pedro le dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme” (Juan 21:21-22).