Lectura: 1 Samuel 25:1-39

El joven estaba regresando de la secundaria.  Dentro del trayecto hacia su casa tenía que caminar por un lugar poco transitado, y cuando caminaba por allí fue interceptado por un grupo de pandilleros quienes lo despojaron de su teléfono móvil y un poco que dinero que tenía en la billetera.

Gracias a Dios, no pasó a más y el muchacho se fue corriendo directamente a su casa, donde se encontró con su papá quien trabajaba en casa.  Al contarle el incidente, el hombre se enfureció y tomó lo primero que tuvo a la mano, un bate de béisbol, le dijo a su hijo que lo acompañara en el vehículo para identificar a aquellos ladrones.

Cuando su esposa vio toda aquella escena lo detuvo y le dijo que pensara, que se diera cuenta y se preguntara qué iba a hacer un hombre ya entrado en edad con un bate de béisbol, frente a un grupo de pandilleros; lo que sí hicieron fue ir a la policía a denunciar el incidente, y a los pocos días la policía pudo detener a la mayoría de miembros de aquella banda juvenil de ladrones.

En nuestra lectura devocional en 1 Samuel 25, leímos el incidente entre Nabal y David, sobre cómo este último se llenó de ira contra Nabal, por lo que él consideraba era una injusticia.

Es sumamente fácil para nosotros molestarnos ante la injusticia, o incluso ante lo que percibimos como injusticia. Pero, Dios no quiere que tomemos el ajuste de cuentas en nuestras manos. Pablo lo confirmó: “Amados, no se venguen ustedes mismos sino dejen lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza” (Romanos 12:19-20).

Aquí es donde nuestra fe se encuentra con una gran prueba. ¿Estamos dispuestos y somos lo suficientemente pacientes, como para permitir que la justicia de Dios tenga prioridad sobre nuestro propio juicio apresurado y cargado de emociones? De hecho, ¿estamos dispuestos, no sólo a evitar tomar venganza, sino también a buscar maneras de ser amables con los que nos hacen daño?

Esto sin lugar a dudas es un desafío, envuelto en forma de obligación dada por Dios. Cuando David finalmente permitió que el buen sentido controlara sus pensamientos, hizo lo correcto, y Dios se hizo cargo de la injusticia a su tiempo y manera. Tenemos que creer que Él también lo hará por nosotros.

  1. No te desesperes, espera en Dios.
  2. La venganza sólo siembra más odio y dolor.

HG/MD

“Amados, no se venguen ustedes mismos sino dejen lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos 12:19).