Lectura: Colosenses 1:15-23

En mi juventud compré una réplica muy modesta, por no decir barata, del sistema solar.  Para instalarlo tenía que colocar base, cables, esferas y tuercas; al final de unas horas estaba cansado, pero había terminado lo que creía que era una obra maestra, mi propio sistema solar.  Cuando di la vuelta para ir a comer, oí algo que no querría haber oído, un “plinc, plash”, la luna se había caído y estaba en el suelo quebrada en mil pesados.

Al irme a dormir esa noche, pensé por un momento en cómo se había caído al suelo esa réplica barata de la luna y esto me llevó a dar gracias a Jesús, ya que gracias a Él el universo no se destruye en mil pedazos, porque “Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten” (Colosenses 1:17).

Nuestro amado Jesús ha instituido un orden perfecto en nuestro universo al establecer las leyes naturales que lo gobiernan, ya que “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). ¡Jesús es tan poderoso que mantiene el universo en su lugar simplemente porque manda que así sea! Punto.

Por más increíble que esto parezca, nuestro Señor es más que un policía cósmico, Él es capaz de mantener funcionando al universo y al mismo tiempo tiene tiempo para sostenernos a nosotros, “porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25). Aunque a veces nos provee de manera distinta a la que esperamos, nuestro Salvador nos mantiene en actividad, ya sea que estemos desanimados, que nos haga falta dinero, que padezcamos de una enfermedad o que simplemente estemos disfrutando de un hermoso atardecer al lado de nuestros seres queridos.

  1. Hasta que nos llame a su presencia, podemos confiar en que Jesús nos sostendrá.
  2. Estamos bajo su cuidado, nunca lo olvidemos.

HG/MD

“Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten” (Colosenses 1:17).