Lectura: Eclesiastés 1:1-11

Hay una diferencia abismal, mucho mayor que el Océano Pacífico, entre vivir para algo y sencillamente vivir.   Entonces, ¿cuál sería un propósito digno para nuestra existencia?

Ty Coob, uno de los más grandes jugadores profesionales de béisbol, admitió algo muy revelador. “Durante años yo comía béisbol, dormía béisbol, hablaba béisbol, pensaba en béisbol, vivía el béisbol”. Y entonces agregó: “Cuando uno pasa esos años de jugar béisbol profesionalmente, uno se da cuenta que verdaderamente, no se puede vivir del béisbol”

Es cierto que hay humanamente una gran multitud de propósitos a los cuales podemos dedicar nuestras energías. Pero al final ninguno resultará ser suficiente. Sólo hay un propósito que proporciona una motivación perdurable en la vida. El apóstol Pablo fijó ese propósito duradero de la siguiente forma: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil.1:21).

Conocer a Cristo, confiar en Él, permanecer en comunión con Él y servirle… ese es el único propósito dinámico que hace que la vida sea un poco más que una marcha monótona de días vacíos (Ecl.1:1-11). Incluso cuando estamos viejos y enfermos podemos servirle por medio de un ministerio de ejemplo e intercesión. Eso hace a la vida una peregrinación gozosa con nuestro Salvador y Amigo, el Señor Jesucristo, cuyo rostro veremos cuando lleguemos a nuestro eterno hogar.

  1. El propósito de la vida se halla en una persona: El Señor Jesucristo.

 

  1. Si ya has hallado el propósito de tu vida en Cristo, por qué no invitas a otros y otras a que también conozcan el verdadero significado de la vida.

 

NPD/VCG