Lectura: Números 14:39-45

Aún existen algunos relojes de péndulo en las casas, y a pesar de ser tecnología antigua, por así decirlo, marcan las horas y segundos de una forma bastante confiable.  Haciendo uso de la gravedad el péndulo se mueve libremente de un extremo hacia el otro con una precisión absoluta.  No obstante, el punto del cual pende es el que le da el control para convertir sus movimientos en energía útil.

En el pasaje que hoy tuvimos la oportunidad de leer, nos encontramos a la nación de Israel yendo de un extremo al otro, pero sin control, ni estabilidad, ya que habían perdido su conexión con el punto fijo, el cual era Dios mismo.

Luego de haber espiado la tierra prometida, Josué desafió a su nación para que fueran obedientes a Dios e hicieran suya esa tierra.  En lugar de ello, prestaron atención al informe de la mayoría; 10 de los 12 espías eran cobardes, se habían rendido y se abstuvieron de entrar en la tierra prometida. Debido a ello Dios los juzgó, pues decidieron NO actuar de acuerdo con Su voluntad (Núm.13:26-14:40).

Es triste que aun hoy estas mismas tendencias sigan presentándose en el pueblo de Dios, haciendo que nos inmovilice la falta de fe, o que tomemos decisiones impulsivas sin buscar la dirección de Dios.

Nuestro Señor Jesús en su transitar entre nosotros, también experimentó toda la gama de emociones que viven los seres humanos, evidenció mucha tristeza al aproximarse la hora de su crucifixión (Marcos 14:34) y también leímos del celo mostrado, al echar del templo a los sinvergüenzas que lucraban con sus ventas inapropiadas (Juan 2:13-17).  No obstante, sus reacciones nunca fueron el resultado de emociones descontroladas o de caprichos, eran una respuesta ante la santidad y el compromiso de hacer la voluntad de Su Padre (Marcos 14:35-36; Juan 6:38).

  1. Nuestro deber es aprender del ejemplo de Jesús, quien obedeció la Palabra de Dios, confió en Sus promesas y buscó la guía del Espíritu Santo.

 

  1. Si deseas que tu vida refleje la voluntad de Dios, aférrate a su Palabra.

HG/MD

“Porque yo he descendido del cielo no para hacer la voluntad mía sino la voluntad del que me envió”  (Juan 6:38).