Lectura: Salmos 139:1-12

Carol recibió un adorno con la figura de un ave de parte de su compañero de trabajo y ella como muestra de aprecio lo dejó en su escritorio para que todos lo vieran.

Algunos de sus compañeros lo notaron y pensaron que seguramente debía gustarle las aves, entonces cuando le tenían que regalar algo, casi siempre optaban por regalarle artículos que tuvieran que ver con estos animales, muy pronto su oficina y escritorio se llenó de objetos con motivos de aves: lapiceros, tazas de café, adornos, pisa papeles, entre otras muchas cosas.

Luego de algunos años Carol decidió que era tiempo de cambiar de trabajo y un amigo le preguntó que había hecho con toda su colección de aves, ella le respondió: “En realidad, no me gustan las aves, y por eso lo regalé todo”.  

Muchas personas tienen buenas intenciones, pero no siempre nos conocen bien y por supuesto jamás nos conocerán como Dios nos conoce.  No existe absolutamente nada de nosotros que le sea oculto, tal como nos lo dice el escritor del Salmo 139:

  • Dios conoce TODO lo que hacemos (v.2).  Está al corriente de todas nuestras actividades y horarios.
  • Dios sabe TODO lo que pensamos (v.2).  Lo malo y lo bueno, para Él no hay nada oculto.
  • Dios sabe TODO lo que decimos (v.4).  Sin ningún tipo de filtro.

En verdad Dios nos conoce mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, y esto es muy bueno porque podemos estar seguros de que siempre buscará lo que sea mejor para nosotros.

  1. Es incomprensible que a pesar de que Dios nos conoce tan bien, nos ame de una manera tan extraordinaria.
  2. No somos tan sólo un número más en la totalidad de miles de millones de personas que viven y han vivido en este mundo, Dios nos conoce, sabe nuestra identidad, conoce nuestro rostro y sobre todo quiere salvarnos (Efesios 2:1-10).

HG/MD

“Oh Señor, tú me has examinado y conocido” (Salmos 139:1).