Lectura: 1 Pedro 3:8-17

Un amigo tuvo que internarse en un hospital debido a una situación médica que debía ser atendida por medio de una pequeña cirugía.  Mientras esperaba la operación, aprovechó para caminar por algunos pasillos del hospital y cuando llegó al cubículo de enfermeras pudo notar que en algunos de sus lugares había biblias.

Antes de someterse a la cirugía una de las enfermeras le preguntó: “¿Tiene alguna duda sobre la operación?” Él respondió con algo de temor: “No”.  A lo que ella le respondió: “¿Quiere que alguien ore con usted?, ¡Puedo hacer una pequeña oración con usted!”  Le agradeció por haberle preguntado. Ella respondió que era un hospital en el cual no estaban distanciados de los asuntos de la fe.  Le impactó que no tuvieran miedo de ser quienes son como creyentes en medio de una sociedad progresivamente secular y pluralista.

El apóstol Pedro instó a los creyentes del siglo 1, que habían sido dispersados tras la persecución y que vivían en mundos hostiles, a considerar una bendición el hecho de sufrir por lo correcto. “Pero aun si llegan a padecer por causa de la justicia, son bienaventurados. Por tanto, no tengan miedo por temor de ellos ni sean turbados. Más bien, santifiquen en su corazón a Cristo como Señor y estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:14-15).

Tal como aquella enfermera del hospital quien expresó abiertamente su fe, nosotros también podemos declarar la nuestra. Si nos critican o amenazan injustamente por creer en Cristo, tenemos que responder con amabilidad y respeto.

  1. Nunca debes tener temor de ser lo que eres en Él: una vida rescatada y agradecida con Dios.
  2. Comparte tu fe, seguramente habrá alguien que necesite escuchar sobre el maravilloso regalo de salvación de nuestro Señor.

HG/MD

“Porque es mejor que padezcan haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 Pedro 3:17).