Lectura: Salmos 34:1-10

Sucedió la noche anterior al día en que un cirujano le sacó a su hijo, las adenoides y amígdalas.  Puesto que el niño sólo tenía 9 años de edad, temía lo que le traería el día siguiente.  Aquello de “podrás comer todo el helado que quieras”, ya no surtía efecto en el niño, pues sabía que le esperaban días difíciles.

Entonces sonó el teléfono.  Era su maestra que le llamaba desde fuera de la ciudad, pues se encontraba realizando algunas diligencias personales.  Cuando el niño colgó el teléfono dijo con orgullo: “Mi maestra oró conmigo por teléfono”.

Después, cuando el niño se recuperó de la operación, fue a agradecerle personalmente a su maestra por haberlo llamado aquel día antes de su operación.   Le dijo algo que no les había dicho a sus padres: “Después de que oró conmigo por teléfono, se me quitó el miedo”.

La oración es una poderosa herramienta, ya sea que oremos solos o con otros.  El salmista clamó al Señor y fue librado de sus temores (Salmos 34:4).

En el caso del niño, la oración le ayudó a un niño que temía al mañana desconocido.  En tu caso, te puede ayudar a comprender los misteriosos caminos de Dios, cuando pierdes un empleo, cuando una relación se tambalea, cuando un joven se descarría o cuando tu fe parece poca.

  1. Comparte tus inquietudes con otros y hablen juntos con el Padre. Es una manera magnífica de alejar los temores.
  1. Tenemos acceso al poder de Dios, por medio de la oración.

NPD/JDB