Lectura: Filipenses 4:2-9

En muchos países se celebra el 15 de octubre el Día internacional de la resolución de conflictos. Su propósito es alentar a las personas a hacer uso de la mediación y arbitraje más que del sistema legal para resolver sus diferencias. Ya que, como seguidores de Cristo, no somos inmunes a los conflictos, necesitamos aprender a resolver nuestros desacuerdos de maneras que honren al Señor.

Se ha dicho que «las peleas en la iglesia son las peores», tal vez porque estallan entre personas que profesan que su fe se basa en la unidad y el amor. Muchos cristianos han quedado tan heridos por algún otro creyente que se alejan de la iglesia y jamás regresan.

En la Biblia se menciona expresamente a Evodia y Síntique, y se las insta a que resuelvan sus diferencias: «Sean de un mismo sentir en el Señor» (Filipenses 4:2). En vez de dejarlas solas para que arreglasen su disputa, Pablo apeló a un colaborador de confianza para «que ayud[ara] a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio» (v.3). En este mismo contexto, Pablo instó a los filipenses a llevar sus peticiones a Dios, tomando debida nota de que la oración trae la paz de Dios (v.7) y un sentido de Su presencia perdurable (v.9).

Las relaciones quebrantadas en una iglesia cristiana son responsabilidad de dicha comunidad. En medio de las heridas y las diferencias, podemos alentar, escuchar y orar.

1. ¿Te has sentido herido por un hermano(a), ese no es motivo para abandonar la iglesia?  Pide a tus líderes locales que te ayuden a solucionar este tipo de problemas y buscar una solución ante dicha solución.

2. Si bien es cierto no se nos obliga a ser el mejor amigo de una persona, y más si esta le causado algún tipo de daño o perjuicio; si eres realmente un hermano(a) en la fe de esa persona, te toca perdonar y liberarte del peso del odio.

«Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos» – Romanos 12:18.

«Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:

—Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?

No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete vecesa]» —le contestó Jesús.» – Mateo 21:21-22