Lectura: Salmos 96:1-9

La oración es uno de los ejercicios espirituales más importantes de un creyente, Jesús, el hijo de Dios y Señor de todas las cosas, pasó noches enteras en oración mientras vivió en la tierra.

En aquellos encuentros que duraban muchas horas, Jesús conversaba con Su Padre. Sus oraciones no eran simplemente peticiones para obtener algo. Muchas veces creemos que la oración es una forma de lograr que Dios haga cosas por nosotros o por otros.

Sin embargo el propósito de la oración es más elevado, pues lo que pretende es profundizar nuestra relación con Él.

La oración sí incluye la petición e intercesión, pero también es comunión. En la petición, Dios hace algo por nosotros, en la intercesión hace algo A TRAVÉS de nosotros, y en la comunión obra EN nosotros.

Cuando oramos, ¿qué porcentaje de nuestro tiempo pasamos en comunión con el Señor? Nuestras oraciones serían menos egocéntricas, y más Cristocéntricas mientras más nos acerquemos a Él, busquemos Su gloria y sometamos nuestras peticiones a Su voluntad. La comunión es la línea que conecta nuestra alma con las pilas de energía de Dios. Cuando esa línea no funciona, nuestras peticiones no son más que vanas palabrerías. El poder de Dios debe fluir en nuestras vidas cuando nos inclinamos ante Él y le reconocemos como Señor de todo. La comunión con Dios es un gran privilegio y el elemento más importante de la oración.

  1. Antes de pedirle cosas a Dios, deberíamos adorarle.
  2. Hoy tan sólo dañe gracias a Dios, recuerda Él ya dio todo por ti.

NPD/MRH