Lectura: 2 Reyes 10:18-31

Jehú, fue el reconocido rey de Israel que durante una época de idolatría desenfrenada, estaba decidido a liberar a su nación de la adoración de Baal. Esta forma horrible de paganismo involucraba la sensualidad brutal, la degradación moral, y los sacrificios humanos. Debido al Jehú éxito en eliminar todo el culto a Baal de su tierra, Dios le dijo que su descendencia ocuparía el trono de Israel durante cuatro generaciones (2 Rey. 10:30).

Sin embargo Dios no estaba totalmente satisfecho con Jehú. En primer lugar, el rey no obedeció por completo al Señor. Él siguió permitiendo el culto idólatra de los becerros de oro en Betel y Dan (v.29). En segundo lugar, el Señor estaba disgustado con la crueldad inexcusable de Jehú y forma traicionera de actuar (vv.1-17). Años más tarde, Dios declaró por medio del profeta Oseas lo que Él iba a hacer: “porque estoy a punto de castigar a la dinastía del rey Jehú para vengar los asesinatos que cometió en Jezreel” y así poner fin al reino norte de Israel (Oseas 1:4).

Actualmente hay una guerra se está librando entre el ejército del Señor y las tropas organizadas de Satanás (Ef. 6:12).  Estamos llamados a dar la batalla espiritual del lado de Dios. Por todos los medios, debemos responder al llamado de Dios de luchar por la verdad y la justicia. Pero debemos hacerlo de una manera que agrade y honre a Dios. No seas como Jehú, quien peleó la guerra correcta, pero utilizando el camino equivocado. Dios quiere más que buenos resultados; Él quiere que los hijos e hijas le amen y obedezcan.

1. Siempre va a existir el peligro de ir más allá de la voluntad de Dios y creer que hacemos un bien cuando lo que hacemos es traer deshonra al Señor, como cuando Pedro le cortó la oreja derecha a Malco, un esclavo del sumo sacerdote y el Señor le reprendió (Juan 18:10-11).  Cuidado entonces con tus buenas intenciones, pues pueden estar bañadas de arrogancia y no de la misericordia del Señor.

2. La obediencia parcial es desobediencia.

NPD/HVL