Lectura: Malaquías 3:16-18

El último libro del Antiguo Testamento inicia con estas hermosas palabras para su pueblo: “Yo los he amado”, esto es algo muy significativo pues hacía ya mucho tiempo ellos no correspondían al amor que les había expresado el Señor.

Luego de esto Dios hizo un recuento de todas las formas en las cuales su pueblo había ofendido su amor debido a la desobediencia.  La respuesta de Israel al amor de Dios siempre fue el cuestionamiento, y es por ello que Dios les dijo: “¡Vuélvanse a mí y yo me volveré a ustedes!”, y ellos de una forma ingrata le dijeron: “¿En qué nos hemos de volver?” (Malaquías 3:7).  Entonces Dios les recordó uno de sus tantos errores; habían sido desobedientes al robar parte de la ofrenda para la obra del Señor.

Como creyentes muchas veces nosotros también nos compartamos de una manera poco adecuada con respecto a Dios, pues en lugar de mostrar que en verdad lo amamos, nuestras acciones demuestran que en realidad nos servimos a nosotros mismos.  Es por ello que Malaquías le recuerda a su pueblo dos grandes principios espirituales: Hablar de Él unos con otros y meditar en las maravillas que Dios ha concedido (Malaquías 3:16).  Cuando hacemos lo primero estamos mostrando que es muy importante la comunión entre el pueblo de Dios.  Lo segundo es tener comunión con Dios.

  1. No basta con sentarse y recibir el amor de Dios, es necesario compartirlo con otros.
  2. La obediencia muestra que en verdad amamos a Dios. “El que dice: “Yo lo conozco” y no guarda sus mandamientos es mentiroso y la verdad no está en él.” (1 Juan 2:4).
  3. El amor es uno de los mejores regalos de Dios para nosotros. La obediencia debe ser uno de nuestros regalos hacia Dios.

HG/MD

“El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6)