Lectura: 1 Crónicas 16:23-27

Una amiga vive cerca de un parque de ciudad, cuya forma redondeada facilita que las personas hagan ejercicio en sus alrededores, ella acostumbra correr dando un par de vueltas en las mañanas.  Todos los días en su recorrido se cruza en su camino una anciana que camina en sentido contrario a ella.

Se trata de una dulce mujer de cabellos blancos y ojos color cielo, con el rostro marcado por la experiencia de una vida amplia y llena de recuerdos reflejados en su sonrisa. Cuando pasa al lado de ella, siempre la saluda y le pregunta: “Hola, ¿has oído la canción: Gracias a Dios?”  Ella le respondió la primera vez que le preguntó, aún no, y en ese momento la anciana empezó a cantar un canto sencillo que da gracias a Dios por el nuevo día que nos da, y terminó elevando sus manos al cielo en forma de alabanza y luego siguió su camino.

Cuando se vuelven a encontrar, la anciana le vuelve a preguntar: “Hola, ¿has oído la canción: Gracias a Dios?”, entonces mi amiga le responde que sí, pero ella sin importar la respuesta, canta de nuevo la misma canción.

Reflexionar acerca de esta escena, nos permite concluir que debemos llevar una vida más sencilla, agradeciendo a Dios por cada día que nos permite vivir, y que este sentimiento debe mantenerse durante el día, “con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en su corazón” (Efesios 5:19).

  1. Que Su canción esté en nuestros corazones y en nuestros labios en este día, que otros puedan escucharla y pongan también su confianza en Jesús.
  2. Una alabanza al Señor desde el corazón siempre traerá una sonrisa y alegrará nuestra vida.

HG/MD

“Cántenle, cántenle salmos; hablen de todas sus maravillas” (1 Crónicas 16:9).