Lectura: Hechos 17:16-34

En nuestra lectura devocional, vemos una extraordinaria manera de compartir nuestra fe con personas que tienen un pensamiento totalmente diferente al nuestro, sin necesidad de ridiculizarlas u ofenderlas en el proceso.

El apóstol Pablo se encontraba en la ciudad de Atenas, famosa por sus escuelas de pensamiento y su idolatría; al estar allí sintió un gran peso en su corazón al ser testigo de aquella triste realidad de un pueblo que no conocía al Dios verdadero.

Así que decidió hacer algo, empezó a hablar con las personas de la ciudad, hasta que pudo conseguir que le permitieran hablar en el Areópago, el cual es un enorme monolito de mármol gris azulado, veteado de rojo. Mide 115 m de altura y domina el Ágora de Atenas.  Era un lugar donde comúnmente los grandes pensadores dirigían discursos a las multitudes quienes evaluaban la lógica de sus ideas.

Pablo aprovechó esta oportunidad y se dirigió con respeto a su público pagano, e incluso utilizó palabras de algunos de sus poetas (Hechos 17:28).  Al hablar no censuró ni criticó sus creencias, sino que se dedicó a compartir las verdades que para ellos no iban a ser ofensivas.  Tomó como punto de partida una placa que decía: “Al Dios no conocido” (v.23).  Pablo les habló de ese Dios que ellos no conocían, sobre la grandeza de nuestro Creador (V.24-25); además de esto les compartió que Su Dios había estado activamente involucrado con la humanidad, a tal punto que por ello siempre había sido muy sencillo que la gente lo buscara y encontrara (v.26-28).

Pablo no negoció con ellos la verdad, ni tampoco la desvalorizó, sino que mostró con sus palabras que no es lógico adorar a ídolos, y que el Dios verdadero ha mandado a todas las personas en este mundo a que se arrepientan.  Además, les compartió sobre el hijo de Dios, quien vino a este mundo, murió, se levantó de los muertos y en un futuro los va a juzgar (v.29-31).

En la sociedad global en la que vivimos, cada vez es más normal encontrarse con personas que tienen creencias diferentes a las nuestras.  Al estar en este tipo de situaciones, recordemos el testimonio de Pablo, evitemos riñas y discusiones sin sentido, compartamos sabiamente nuestra fe, con respeto, amabilidad y bondad.

  1. Deja que el Espíritu Santo te guie, te brinde convicción e ilumine para compartir tu fe.
  2. Los mejores testimonios muestran amabilidad a la hora de compartir la más dura de las verdades.

HG/MD

“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido” (2 Timoteo 2:24).