Lectura: Lucas 7:36-50

El niño había jugado todo el día con sus amigos ya que estaba en sus días de vacaciones escolares.  Al finalizar el día y luego de comer se fue a su cama buscando el reparador descanso.

Su papá fue a desearle las buenas noches y darle un abrazo como siempre lo hacía, cuando llegó el niño entre dormido y despierto, al sentir la presencia de su papá se enderezó, entre abrió sus ojos y extendió sus brazos, y antes de que su papá llegara calló profundamente dormido, su papá lo dejó dormir, pero se dijo para sus adentros: ¡cuan vacío fue intentar dar un abrazo sin abrazarse!

Al leer Lucas 7:38, nos encontramos con una de las muestras de afecto más preciosas de todo el evangelio.  La mujer en este relato expresa su ternura a través del llanto, ungiendo los pies de Jesús con perfume y enjugándoselos con su cabello.  Estaba tan agradecida por el amor demostrado por el Señor, que quiso expresarle todo lo que sentía mediante aquel acto de sincera devoción.

El afecto por los demás debe ser algo natural, algo que proviene de la convivencia con otros. En 2 Corintios 6:11, el apóstol Pablo llamó “amigos” a los corintios y les dijo que su corazón estaba abierto a ellos. Una característica de un corazón abierto es hablar honestamente unos con otros, si bien es cierto los corintios tenían muchos problemas y defectos, aun así, el apóstol Pablo los amaba como ama un padre a sus hijos.

Una tercera historia que encontramos en los evangelios muestra amor compasivo hacia los demás. En Lucas 15:20 vemos el encuentro conmovedor de un hijo rebelde con su padre amoroso y paciente.  Al imaginarnos ese momento, no vemos un abrazo sin tocarse, vemos un abrazo cálido y de aceptación, vemos una genuina muestra de afecto de padre e hijo.

  1. Como creyentes en Jesús estamos llamados a expresar afecto los unos por los otros, ya que Jesús fue la expresión del afecto de Dios por nosotros (1 Juan 4:7-8).
  2. Muchas personas solitarias y desesperadas a tu alrededor necesitan de tu compasión y de tu corazón abierto.

HG/MD

“Nuestra boca ha sido franca con ustedes, oh corintios; nuestro corazón está abierto” (2 Corintios 6:11).