Lectura: 2 Corintios 12:1-10

Las sillas en mal estado ponen nerviosas a las personas.  Hace algún tiempo en nuestra iglesia local, pudimos observar que con el paso de tiempo las sillas originales y bancas se habían desgastado y torcido, lo cual provocó que algunas personas empezaran a preocuparse por su seguridad.

Por supuesto que se hizo un examen de cada una de ellas y en la mayoría de los casos fueron sustituidas o reparadas.  Esa situación me dejó pensando, ya que se supone que la iglesia es un lugar donde todo debería estar bien, y no donde encontremos cosas torcidas o desgastadas, ¿verdad?

Sin embargo, en el mundo caído en el cual vivimos, todos estamos “torcidos” (Romanos 3:23), cada uno tiene una colección de debilidades naturales, y algunos podríamos vernos tentados a mantenerlas en secreto.

Pero, la Palabra de Dios nos anima a lo contrario, en la segunda carta a los Corintos el apóstol Pablo nos dice lo siguiente: “me ha sido dado un aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7), transparentemente él dice que, para no enaltecerse, actitud que representa una debilidad, le había sido impuesto ese freno para hacerlo recordar su posición dependiente de Dios, ya que agregó que el mismísimo Señor le respondió diciendo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (v.9).

En el versículo 10 concluye de la siguiente manera: “Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Tus imperfecciones son humanas, sin embargo, lo que no está bien es dejar que ellas te manipulen ya sea para engrandecerte o para destruirte; permite que el poder de Dios tome el control sobre ellas y obre en tu vida, reparando, fortaleciéndote para soportar, y en algunos casos quitando lo que no sirve o no le brinde a Él la gloria.

  1. Permite que la mano de Dios transforme tu vida y voluntad (Romanos 12:1-2).
  2. Dios es el artesano y tú la vasija que está siendo formada.

HG/MD

“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).