Lectura: 1 Tesalonicenses 4:1-12

Carolina acababa de escuchar un informe inquietante con respecto al aumento en los casos de depresión entre las mujeres. El informe citaba un repunte relacionado con el alcoholismo y una mayor dependencia de las drogas ilegales, además de las sustancias recetadas medicamente.

«Entonces, ¿qué vas a hacer con esto, Señor?» oró Carolina. Pero cuanto más pensaba en ello, más sentía que Dios le estaba pidiendo que hiciera algo. Todo lo que podía ver, sin embargo, eran sus propias limitaciones.

Para ayudarse a pensar, enumeró algunas de las razones que impedían su actuación en este asunto: la timidez, el temor a involucrarse, la falta de tiempo, un corazón frío, sentimientos de inadecuación, temor al fracaso, ¡vaya que impresionante lista!, pensó para sí misma.

Cuando terminó su lista, vio que era el momento de recoger a sus hijos de la escuela. Era un día muy frío de invierno, por ello se puso el abrigo y tomó los guantes. Estaban tirados e inútiles antes de que ella deslizara sus manos dentro de ellos. En ese momento se dio cuenta de que Dios no quería que pensara acerca de sus limitaciones. Más bien, Él quiso poner su poder en ella y trabajar a través de ella, al igual que los guantes se convirtieron en objetos útiles cuando se los puso en las manos.

  1. ¿Por qué nos sentimos inadecuados, para el trabajo que Dios nos ha dado? Él quiere mostrar Su amor a otros a través de nosotros, “según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20).
  2. El llamado de Dios a una tarea incluye su fortaleza para completarlo.

HG/MD

“Pero con respecto al amor fraternal, no tienen necesidad de que les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados de Dios que se amen los unos a los otros” (1 Tesalonicenses 4:9).