Lectura: Salmos 92:12-15

Hace años un amigo me contó una historia muy interesante sobre los maravillosos ciruelos, él tenía un hermoso ejemplar que lo había acompañado por muchos años, su corteza estaba oscura y arrugada por la edad, y en un momento tuvo que cortarle unas ramas con lo cual perdió su simetría, con la aparente afectación para el árbol pues perdió todas sus hojas antes de tiempo, y ese invierno fue el más severo en muchos años.

Un experto a quien llamó le dijo creer que el árbol estaba muerto.  Sin embargo, milagrosamente esa primavera volvió a la vida y sigue así en la actualidad. Cada año en primavera, ese viejo árbol deja detrás el invierno y retoña, dando flores fragantes, con un rosado que inunda el paisaje.  Ese tipo de árboles es muy resistente, ya que sus raíces llegan muy profundo en el suelo.  Extrae su fuerza y alimentos de fuentes frescas y subterráneas.

Una cosa similar sucede con los creyentes, nuestra capacidad para soportar, dependerá de nuestro arraigo al Señor, que crece cuando leemos su Palabra, reflexionamos en ella a solas y con otros quienes también creen en Jesús, y hablamos con Él, a fin de que el fruto de Espíritu Santo emerja de nosotros (Gálatas 5:22-23), incluso en la ancianidad.

  1. Cuando nuestras raíces están cimentadas en Jesús, “aun en la vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos” (Salmos 92:14)
  2. Mejor que contar nuestros años, es hacer que esos años cuenten, gracias a nuestro Señor.

HG/MD

“Aun en la vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos” (Salmos 92:14).