Lectura: Nehemías 1:5-11

Una pareja de creyentes estaba muy preocupada por los hijos y el esposo de su hija, ya que estaban totalmente apartados de los caminos del Señor y estaban viviendo como si no conocieran las hermosas verdades de la Palabra de Dios.

Fueron a consultarle a su ministro local quien les aconsejó que siguieran mostrándole su amor, que oraran por ellos y sobre todo evitaran las discusiones y juicios de valor.  Las cosas no mejoraron y en una reunión familiar, el suegro le dijo al yerno que estaban muy preocupados por la vida espiritual de sus nietos, pero a raíz de esa conversación terminaron enojados y se alejaron totalmente de ellos.

Es muy difícil confiar en la efectividad de la oración cuando uno quiere que todo suceda de una vez, que no haya tiempo de espera.  En nuestra lectura devocional leímos como Nehemías sufrió algo similar.  Él se encontraba muy triste por las infortunadas noticias del gran peligro que corrían los israelitas que se encontraban en Jerusalén (Nehemías 1:3-4).  Nehemías era un líder y estaba en una posición muy favorable ante los ojos del rey al cual servía, y su corazón desfallecía por ayudar a su pueblo que aunque se encontraba lejos de él, tenía un lugar muy especial en su vida.

En medio del deseo de ayudar a los suyos, se encontró con la realidad de que él también corría el peligro de ser ejecutado por entrar ante la presencia del rey persa sin ser llamado.  Es por ello que aunque pidió al Señor sinceramente por su pueblo, supo esperar en Dios la oportunidad para hacer su desesperada petición de ayuda ante el rey.  Se nos dice que cuatro meses después, el rey le abrió la puerta a Nehemías para que hiciera su petición (Nehemías 2:1,4).

  1. Nunca será fácil ser paciente, pero es una buena forma de fortalecer nuestra fe. Espera en Dios con paciencia y esperanza (Romanos 8:26-27).

 

  1. Las posibles respuestas a la oración son solo tres: No, Si, y la más difícil de aceptar: Espera.

HG/MD

“Calla delante del Señor y espera en él.  No te alteres con motivo de los que prosperan en su camino, por el hombre que hace maldades” (Salmos 37:7).