Lectura: 2 Samuel 18:31–19:4

Una de las canciones del famoso grupo británico de los 80’s, Mike and the Mechanics, se titula: “The Living Years” (“En vida”).  En esta canción, el protagonista llora la muerte de su padre luego de haber vivido una relación muy complicada con él, marcada por el silencio.  El cantante dice: “No llegué a decirle todo lo que tenía que decir”.  Esta frase expresa el arrepentimiento por las palabras que ninguno dijo, y el amor que ninguno se expresó, termina diciendo: “Ojalá se lo hubiera dicho en vida”.

Algo similar le aconteció al rey David, quien mantuvo una complicada relación con su hijo Absalón, debido que él lo odiaba por no haber castigado a Amnón, por la violación de su hermana Tamar.  En forma de venganza Absalón mató a Amnón y luego de esto huyó (2 Samuel 13:21-34).  En un intento de reconciliación, Joab siervo de David, hizo arreglos para que se reencontraran, pero su relación nunca volvió a ser igual; tristemente el sentimiento de amargura llevó a Absalón a intentar derrocar a su Padre, en lo cual falló; aunque fue una victoria para David, también significó la muerte de su hijo (2 Samuel 18:14) que lamentó profundamente (2 Samuel 18:33).  No hubo llanto suficiente que pudiera reparar el dolor de David.

A diferencia de estas dos situaciones de relaciones fallidas, las cuales tuvieron como resultado el dolor de sus padres, existió otra relación que también produjo gran dolor a un Padre, pero de manera diferente, nos referimos a Dios y a Jesús.  El Padre Celestial tomó la decisión que provocaría que su Hijo Jesús sufriera la burla de la multitud, los latigazos, el dolor de los clavos en manos y pies, la humillación por nuestros pecados y la indescriptible agonía por la separación de su Padre, al encontrarse lleno del vil pecado (Mateo 27:46).  Pero no quedó ahí, luego de morir y pasar tres días en la fría tumba, Jesús resucitó y ascendió nuevamente al cielo al lado de su Padre Celestial (Juan 20:17).

Hoy, que celebramos en muchos países a nuestros padres terrenales, debemos hacer una pausa para recordar también lo que significó para Dios Padre nuestra gran ingratitud. ¡Ayúdanos Señor para honrar a tu Hijo Jesús, siguiendo su ejemplo de obediencia y amor!

  1. Ayúdanos Padre a aprender de las historias de estos padres y sus hijos; todo esfuerzo valdrá la pena con el fin de tratar de reparar una relación rota, a comprender que vale la pena ofrecer un ¡lo siento!
  2. Gracias Padre Celestial por darnos el mejor regalo que un Padre pudo haber dado, a Su Hijo, nuestro amado Salvador.

HG/MD

“Mucho se alegrará el padre del justo; el que engendró un hijo sabio se gozará con él.” (Proverbios 23:24).